lunes, 4 de abril de 2016

Marina Keegan

       

                                                          Marina Keegan



                 
             



        Marina Evelyn Keegan nació el 25 de octubre de 1989 y murió el 26 de mayo de 2012 a los 22 años a causa de un accidente de tráfico. Viajaba con su novio (era el que conducía) a casa de su familia para celebrar el cumpleaños de su padre, pero lamentablemente, se quedó dormido y aunque él resultó ileso ella murió en el acto después de que el coche diera dos vueltas de campana (los padres de Marina lo invitaron al día siguiente a su casa y lo recibieron con los brazos abiertos, escribieron a la policía para que no interpusieran una denuncia porque a su hija le destrozaría ver que tendría que sufrir más de lo que ya lo estaba haciendo, e incluso le acompañaron a juicio).
        Nació en Boston aunque se crió a las afueras de Massachussets (en un barrio acomodado).
        Su último año en la Universidad (estudió Escritura Creativa con doble licenciatura en inglés y fue licenciada "magna cum laude"  en Yale) estuvo trabajando como ayudante de investigación de Harold Bloom, actuando en dos obras de teatro y escribiendo una tercera, presidiendo la asociación de estudiantes de Yale College Democrats, colaborando en la coordinación de Ocupy Yale, haciendo prácticas cada jueves en Paris Review y buscando un empleo en el New Yorker (empleo que finalmente consiguió y estaba esperándola).
        Escribía cada minuto que tenía libre (poesía, teatro, artículos...) y cuando se presentó por correo electrónico a su futura profesora y mentora Anne Fadiman (periodista, escritora y editora del volumen póstumo de Keegan) antes de matricularse en sus clases le dijo que esperaba "impedir que muera la literatura".
        Además de involucrarse totalmente en la vida de la Universidad, presidía el Partido Demócrata de Yale (la organización política más grande del campus) y era muy conocida porque sus intereses abarcaban la literatura, el teatro y la política.
        Marina tenía una vida fácil. Una chica joven que estudia lo que quiere (y le encanta), con una familia y un  novio que la adoraban y un futuro prometedor. Incluso sus amigos y profesores la veneraban.
        Todo parecía que iba a ser perfecto, pero cinco días después de que se graduara, su vida acabó y con ella todos los sueños que tenía por cumplir.
        Fue la elegida para dar el discurso de la ceremonia de graduación de su curso (que se haría célebre tras su muerte) y fue precisamente ese discurso el que abre el libro de "Lo contrario de la soledad" (apenas una semana después de publicar este artículo en la web Yale Daily News, el texto había recibido más de un millón de visitas).
        Keegan era una trabajadora incansable, constante, soñadora, maniática, impulsiva, alegre,vital... Amaba lo que hacía (una amiga recuerda que un día le dijo: "He decidido que voy a ser escritora. Pero de verdad. Con mi vida").
        Es cierto que con su muerte no pudo lograr cumplir su objetivo, pero "por suerte" gracias a sus profesores (en especial Anne Fadiman), sus amigos y sus padres, podemos hoy disfrutar de sus textos reunidos en un libro que sin duda le habría hecho ser un poquito más feliz si pudiera verlo.


                         


        Esta "novela" es una selección de dieciocho ensayos de ficción y no ficiión , sin hilo conductor entre ellos. Habla de todo lo que se le va pasando por la cabeza: de inseguridades, esperanzas, aspiraciones, incertidumbres, limitaciones, ecologismo,amor, juventud, política...
        Es verdad que muchos después de leerlo son de la opinión de que sus letras  no pasarán a la historia, de que quizá si no hubiera muerto no la conoceríamos o de que era una niña rica para la que escribir sería un pasatiempo sin ningún valor y que la vida le había dado todo sin tener que esforzarse. Pero no creo que eso sea cierto. No totalmente. Es verdad que tras su muerte fue cuando empezó a hacerse viral su discurso, pero eso no quita que Marina llegara a sus oyentes y lectores y que les inyectara ese positivismo tan característico de ella. Esa ingenuidad (que algunos critican) es la que le hace sincera y creíble y hay que tener en cuenta lo joven que era y que a esa edad es  normal serlo; tener esperanzas, inseguridades, presiones...porque la vida todavía no la había desanimado.
        Marina es idealista, fresca, auténtica. Tan auténtica como se puede ser a los veinte años. A pesar de que el mundo acabara para ella podemos deleitarnos con su obra, sus artículos recopilados, e intentar conocerla un poco.
        Keegan quería dejar huella en el mundo. Si lo consiguió o no, no lo sé. Lo que sí es cierto es que en algunos mundos sí que la ha dejado y estoy segura de que la dejará.
        "Lo contrario de la soledad"(que escribió mientras era estudiante para sus clases) es una apología a la alegría de vivir, a luchar por lo que a uno le gusta y le llena en la vida.
        Como ella misma dice "los mejores años de  nuestras vidas no los hemos dejado ya atrás".
        Un libro alegre, ameno y delicado.


        Las frases que más me han gustado:

        "´Viviré para el amor, y lo demás vendrá rodado".
        "¿Quieres marcharte temprano?
         No, quiero que me dé tiempo a enamorarme de todo...
         Y lloro porque todo es tan bello y tan breve."
        "Tengo en mi vida 32 páginas a espacio sencillo de cosas de interés".
        "No tenemos una palabra que designe lo contrario de la soledad, pero, si la hubiera, definiría lo que yo quiero en la vida".
        "Pero que nadie se confunda: los mejores años de nuestras vidas no los hemos dejado atrás".
        "Somos nuestros críticos más feroces, y es fácil sentirse defraudado con uno mismo".
        "Nuestras inseguridades más íntimas nos persiguen y siempre nos perseguirán".
        "Ponemos el listón a una altura imposible, y lo más seguro es que nunca alcancemos las fantasías perfectas que imaginamos para nuestro futuro".
        "Somos muy jóvenes. Somos tan jóvenes. Tenemos veintidós años.Tenemos mucho tiempo por delante. A veces me asalta una sensación que se cuela en la conciencia colectiva cuando te quedas solo después de una fiesta, o al guardar los libros cuando te das por vencido y decides salir: la de que, en cierto modo, ya es demasiado tarde. Que los demás han tomado la delantera. Que están más preparados, más especializados. Mejor encaminados para salvar el mundo de algún modo, para crear, inventar o mejorar. Que ya es demasiado tarde para EMPEZAR algo nuevo, y que debemos conformarnos con continuar, con seguir lo que ya hemos iniciado".
        "Enamorada, impresionada, agradecida, muerta de miedo".
        "Me pasa mucho, en realidad, en toda clase de situaciones. Como si debiera sentir algo que no siento".
        "Por lo general, no me gustan las revelaciones que sufro cuando voy colocada".
        "Pensé entonces en que la mayoría de las cosas, en el fondo, no son culpa de nadie".
        "Echo de menos soñar hacia delante"
        "Mi madre siempre decía que era fascinante lo irrebatibles que parecen las cosas cuando se es joven. Pero la arena se va deslizando en cascadas hasta que los cráteres de la duna se llenan. Inevitable, escriben las revistas, y nosotros meneamos la cabeza con una sombría nostalgia por la hierba y las cigarras. Y así será siempre".
        "Que sepas que eres mi nexo con el mundo".
        "Lo que quiero decir es que deberías responderme.
         Porque existe un precedente. Porque existe una urgencia.
         Porque existe una hora para meterse en la cama.
         Porque cuando el mundo se acabe
         a lo mejor no he cargado
         el móvil y
         si no respondes pronto,
         no sabré si querrías dejar tu sombra
         junto a la mía".
        "A veces me preocupa que los humanos teman ayudar a los humanos".
        "Cincuenta ballenas varadas son una crisis tangible con una solución visible. Hay camaradería en el proceso, una fantasía estilo: "Liberad a Willy", una imagen de "Flipper" en la cabeza de todos y cada uno de los implicados. Nada tiene de romántico, en cambio, despertar a un hombre tumbado en el banco de un parque y acompañarlo a un albergue. La pequeña dosis de farisaica satisfacción procede de enviar un cheque a Oxfam International".
        "El año pasado, una organización sin ánimo de lucro gastó diez mil dólares en transportar una ballena hasta un acuario de Florida, donde murió sólo tres días después. Esos mismos diez mil dólares podrían haber comprado cientos de miles de raciones de comida. En teoría, es fácil decirlo.
        Pero cuando estaba mirando el ojo de una ballena piloto moribunda a las cuatro dela mañana, mis reflexiones no eran tan filosóficas".
        "Quizá debería haber consolado a uno de ellos, poner las manos sobre sus hombros. Invertir mi tiempo y mi dinero y mi vida en salvar a quienes caminan erguidos y hablan sin eco".
        "Aún así, más pronto que tarde, los libros que escribimos y las plantas que regamos se congelarán y pudrirán en la oscuridad.
        Pero tal vez haya esperanza".
        "La pregunta es: ¿qué nivel de autoconocimiento tienes que tener para que, llegado el momento de <echar toda la carne en el asador>, tengas la razonable certeza de que tu elección no se basa en el miedo ni está motivada por tu ego...de que el viaje que emprendes es realmente tuyo, y no de otros?"
        "Cuesta bastante mantener una actitud optimista para encontrar tu propia experiencia, alternativa y coherente".
        "Me parece triste que tantos de nosotros entremos en una línea de trabajo donde no estamos produciendo nada (en la mayoría de los casos), ni ayudando a nadie, ni involucrándonos en nada que nos apasione de verdad".
        "A lo mejor peco de ignorante y de idealista, pero siento que no puede ser cierto. Siento que lo sabemos. Siento que podemos hacer algo realmente chulo por este mundo. Y tengo miedo de que -a los veintitrés, veinticuatro o veinticinco años - se nos olvide".
        "El caso es que un día el sol va a morir y todo en la Tierra se congelará. Va a pasar. Aunque acabemos con el calentamiento global y limpiemos nuestras radiaciones. Las obras completas de William Shakespeare, los nenúfares de Monet, todo Hemingway, todo Milton, todo Keats, nuestras colecciones de música, nuestras bibliotecas, nuestras galerías, nuestra poesía, nuestras cartas, nuestros nombres grabados en mesas. Solía creer que imprimir cosas las hacía permanentes, pero ahora esa idea me parece harto estúpida. Todo quedará destruido, sin importar cuánto trabajemos para crearlo. Pensar en ello me aterra. Yo quiero pequeñeces permanentes. ¡Quiero enormidades permanentes! Quiero que lo que pienso y lo que soy quede recopilado en una antología complaciente que quepa cómodamente en algún estante de una librería laberíntica".
        "Puedes ser cualquier cosa, nos dicen. Nadie es exactamente igual que tú. Pero cuando metí mi nombre en Facebook aparecieron ocho fotos diminutas que me miraron a los ojos. Las Marinas Keegan, con sus pequeñas ciudades de origen y estatus sentimentales. Cuando muramos, nuestras lápidas serán las mismas. AQUÍ YACE MARINA KEEGAN, rezarán. Números uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho".
        "¡Qué atrevida! Por suponer que soy especial, ante todo".
        "Es bastante probable que nunca haga nada. Resulta egoísta y egocéntrico si se piensa, pero me aterra".




                                   
     



                                 


                 


             

               

No hay comentarios:

Publicar un comentario