martes, 12 de julio de 2016

LUCIA BERLIN




                                     
        
                              



        Lucia Brown Berlin nació en Jeneau (Alaska) el 12 de noviembre de 1936 y murió en Marina del Rey (Los Ángeles) el 12 de noviembre de 2004.
        Su vida transcurrió entre Alaska, Texas, Santiago de Chile, Nuevo México, California, Nueva York, DF y Colorado.
        Era hija de un ingeniero de minas y de una mujer fría, racista y alcohólica (la describe en algunos de sus cuentos). Su infancia transcurrió de ciudad minera en ciudad minera (Idaho, Montana, Arizona...) y cuando su padre se fue a la guerra, ella, su madre y su hermana vivieron en El Paso (Texas) donde Lucia fue a un colegio de monjas (en el que era la única protestante) y pasaba casi todo el tiempo con una familia siria que vivía al lado de su casa (porque su madre no le prestaba atención).
        En su adolescencia se trasladaron a Santiago de Chile, donde pasó de ser una niña de clase media a una señorita de la clase alta chilena (iba a un exclusivo colegio, asistía a fiestas de la alta sociedad...) pero algunos fines de semana visitaba vertederos y chabolas con una profesora de su colegio (narrado magistralmente en un relato titulado "Buenos y malos"). Todas estas vivencias fueron enriquecedoras para su vida personal y observó muy de cerca todas las diferencias culturales y los problemas que la rodeaban.
        Unos años más tarde, en 1955, estudiaría en la Universidad de Nuevo México (quería ser escritora o periodista) y tuvo como profesor a Ramón J. Sender.
        Berlin se casó por primera vez a los 19 años con un escultor, pero cuando nació su segundo hijo la abandonó. A los 22 lo hizo de nuevo (1958), esta vez con un músico de jazz (Race Newton) al que ella misma dejaría un tiempo después por el también músico Buddy Berlin (se fueron a vivir a México y tuvieron dos hijos, pero en 1968 se divorciaron porque Buddy estaba enganchado a la heroína). No volvió a casarse.
        De 1917 a 1994 vivió en Berkeley y Oakland (California) y comenzó a realizar numerosos trabajos para ganarse la vida y la de sus hijos: profesora de secundaria, recepcionista en una consulta ginecológica, ayudante de enfermería en la sala de urgencias de un hospital, limpiadora, telefonista de una centralita... (todo esto a la par que escribía, ganaba la batalla a su alcoholismo, criaba a sus cuatro hijos y luchaba contra su escoliosis, que sufría desde los diez años y le obligó a llevar un corsé ortopédico durante años).
        Comenzó a publicar sus cuentos en la década de los 60. Algunos se publicaron en revistas. Su primer libro (Angels Laundromay) data de 1981 y publicó en pequeñas editoriales otros cinco más.
        Decía que sus modelos eran Chéjov (por la humanidad), Katherine Mansfield (por la capacidad de encontrar belleza hasta en lo más vulgar) y Paul Bowles (por su agudeza en entender las diferencias culturales).
        A principios de los noventa vivió en México con su hermana (que se estaba muriendo de cáncer) y en 1994 logró una plaza en la Universidad de Colorado ( esta ciudad le vino muy bien para darle un poco de tranquilidad a esa vida de excesos que siempre llevó. Ella misma reconoció que "debe ser el pueblo más sano de todo el país. En las fiestas universitarias o en los partidos de fútbol no se bebe. Nadie fuma, ni come carne roja o dónuts bañados de azúcar. Puedes ir solo por la calle de noche, salir de casa sin cerrar las puertas con llave. Aquí no hay bandas y no hay racismo. Tampoco hay muchas razas, de hecho") y allí estuvo los siguientes seis años como escritora visitante y profesora asociada. 
        Fue muy querida por sus estudiantes (ganó el premio de la universidad a la excelencia en la enseñanza) pero el clima no le sentaba bien y empeoraba sus problemas respiratorios (hasta el punto de que no podía separarse de un tanque de oxígeno) así que se vió obligada a retirarse en el 2000 y al año siguiente se trasladó a Los Ángeles (donde viviría en el garaje de uno de sus hijos) y fallecería de cáncer el 12 de noviembte (día de su cumpleaños) en Marina del Rey a los 68 años.






                                

        Lucia Berlin publicó en total 77 cuentos durante su vida (los primeros datan de 1977).
        En 2015 se publicó en Estados Unidos "Manual para mujeres de la limpieza" ,que es una selección de sus mejores cuentos y fue incluido entre los mejores libros del año.
        Ella misma decía: "Los cuentos dicen cosas de mí que no fuí capaz de reconocer en el momento en que los escribía(...) Me estaba diciendo a mí misma, estúpida e idiota de mí, que era alcohólica y tardé 20 años en darme cuenta de que la historia quería decirme eso". 
        Es una suerte que ahora se hayan publicado (en España en Alfaguara) y que podamos disfrutar de unos cuentos (cuarenta y tres) fantásticos que habían casi pasado desapercibidos en su momento(increíblemente).
        La escritora pone su alma en cada cuento. En algunos relata sus vivencias personales, en otros, aunque también lo parezca, habla de verdades (o no) y situaciones que bien podrían formar parte de su vida aunque en realidad no sea así.
        Tiene un estilo duro pero natural y espontáneo. Cuando empiezas a leer no puedes parar (mirando la foto de su cara te asombras de que esa mujer que te está mirando sea la misma que ha escrito tan "salvajemente" esos relatos).
        Sus personajes son fuertes, maltratados, reales. Nada de florituras, nada de suavizar los problemas. Aquí brillan los extremos. Hay gente vulgar, pobre, inadaptada, tierna, generosa, fea, valiente... los odias o los quieres (o incluso las dos cosas).
        Las situaciones y los paisajes son otro personaje más. Escribe como quien se va deshaciendo de un peso y lo deja en una esquina esperando recuperarlo.
        Ha sido un descubrimiento bello (tanto ella como su obra).
        Espero que su nombre sea una referencia entre otras/os grandes cuentistas y que aunque haya sido tarde, se le dé la importancia que merece.



        Lo que más me ha gustado:

        "Una vez me propuso que fuéramos a echarnos a su furgoneta y descansáramos juntos un rato. 
        - Los esquimales lo llaman <reír juntos>".

        "En la cama, el abuelo dormía también, enseñando los dientes con una sonrisa de Bella Lugosi. Debió de dolerle mucho.
        -Ha hecho un buen trabajo -dijo mi madre.
        -Ya no le odias, ¿a que no, mamá?
        -Ah, sí... -dijo-. No te quepa duda".

        "Desde que me alcanza la memoria siempre he tenido un don para quedar mal".

        "La verdad es que en aquellos tiempos me inquietaban muchas cosas, como qué insuflaba vida a las velas y de dónde procedían los sonidos de los pupitres".

        "Cualquiera que diga que sabe cómo te sientes es un iluso".

        "Recorrí toda la ciudad con una colcha verde en el coche hasta que entré en la lavandería de Ángel y vi un cartel amarillo que decía: AQUÍ PUEDES LAVAR HASTA LOS TRAPOS SUCIOS ".

        "Las mujeres de la limpieza lo saben todo".

        "Mujeres de la limpieza: como norma general, no trabajéis para las amigas. Tarde o temprano se molestan contigo porque sabes demasiado de su vida. O dejan de caerte bien, por lo mismo".
        
        "El autobús se retrasa. Los coches pasan de largo. La gente rica que va en coche nunca mira a la gente de la calle, para nada. Los pobres siempre lo hacen... De hecho, a veces parece que simplemente vayan en el coche dando vueltas, mirando a la gente de la calle. Yo lo he hecho. La gente pobre está acostumbrada a esperar. La Seguridad Social, la cola del paro, lavanderías, cabinas telefónicas, salas de urgencia, cárceles, etc".

        "En realidad no tengo ningunas ganas de morir".

        "Me está costando mucho escribir sobre el domingo. Plasmar la larga sensación de vacío de los domingos. Sin correo, las máquinas cortando el césped a lo lejos, la desesperanza".

        "En cierto modo todo iba bien. Era una buena profesora y una buena madre. El pequeño apartamento donde vivían rebosaba de proyectos, libros, discusiones, risas. Todo el mundo cumplía con sus obligaciones.
        Por las noches, después de lavar los platos y hacer la colada, de corregir ejercicios, había ratos de televisión o Scrabble, problemas, cartas o conversaciones tontas. ¡Buenas noches,chicos! Y luego un silencio que ella celebraba con tragos dobles, ya sin maniáticos cubitos de hielo".

        "Harina. Leche. Ajax. En casa sólo tenía vinagre de vino, que con el Antabus podría provocarle convulsiones. Añadió vinagre de sidra a la lista".

        "Todo dolor es real".

        "Y su sonrisa, sin embargo, o más  bien su risa, era una cascada profunda de alegría, insinuaba y se burlaba del dolor que la alegría siempre trae consigo".

        "Llevo años trabajando en hospitales, y si algo he aprendido es que cuanto más enfermo está un paciente, menos ruido hace".

        "Siempre he sido buena para escuchar. Esa es mi mejor cualidad".

        "¿Quién quiere una primavera sutil? Yo me quedo con uno de aquellos días de deshielo en Idaho, Kentshereve y yo deslizándonos por las laderas fangosas en una caja de cartón aplastada. Me quedo con el estallido de los lilos en flor, de un jacinto que ha sobrevivido al invierno".

        "Normalmente llevo bien envejecer. Hay cosas que me dan una punzada de nostalgia , como los patinadores. Qué libres parecen, deslizándose con sus largas piernas, el pelo suelto al viento. Otras cosas me dan pánico, como las puertas del metro. Una larga espera antes de que se abran, cuando el tren se para. No muy larga,pero más larga de la cuenta. No hay tiempo.
        Y las lavanderías. Aunque para mí ya suponían un problema incluso cuando era joven. Una espera demasiado larga, incluso con las rápidas Speed Queens. La vida te pasa por delante de los ojos mientras estás ahí, hundiéndote si  remedio. Claro, si tuviera coche, podría ir a la ferretería o a la cocina de correos, y luego volver para meter la ropa en la secadora".

        "Y entonces es aún peor, quedarme allí sentada, meditando, envejeciendo".

        "Me serví café y me senté en el porche trasero. Estaba contenta. Serena, si  prisas. La próxima vez que vaya en metro ni siquiera pensaré en bajarme hasta que el tren se haya parado. Entonces, saldré, justo a tiempo".

       "Los relojes en español andan, no corren".

        "Trato de recordar la última vez que había experimentado una alegría parecida. Una vez, poco después de que él muriera, había visto a los hermanos Marx por televisión. "Una noche en la ópera". La tuvo que apagar, no soportaba reírse sola".

        "¿De qué sirve darles de comer una vez por semana? Eso no hace mella en su vida. Necesitan más que galletas una vez a la semana, por el amor de Dios".

        "Necesitan sentir que alguien sabe que existen".

        "Para crecer necesitas hacer frente a todas las realidades".

        "Me dijo que era un error dejar que los hombres dictaran mis actos. Le dije que me daba la impresión de que todo el mundo dictaba mis actos".

        "Se puso un vestido de tirantes sin sujetador.
        - Señorita Dawson, eso estaría bien para ponérselo en casa por la noche, o para la playa, pero no puede salir tan ligera de ropa en Chile.
        - Te compadezco. Vivirás siempre paralizada por las normas, por lo que la gente te diga que deberías pensar o hacer. Yo no me visto para complacer a nadie. Hoy es un día de mucho calor, y me siento cómoda con este vestido".

        "Lo mejor que te podría ocurrir sería que pasaras incomodidades de vez en cuando".

        "No sé cómo salir adelante ahora que estás muerto, Ter. Aunque eso ya lo sabes.
        Es como aquella vez en el aeropuerto, cuando estabas a punto de embarcar para Albuquerque.
        - Mierda, no puedo irme. Nunca vas a encontrar el coche.
        O aquella otra vez, cuando te ibas a Londres.
        -¿Qué vas a hacer cuando me vaya, Maggie? - repetías sin parar.
        - Haré macramé, chaval.
        - ¿Qué vas a hacer cuando me vaya, Maggie?
        - ¿De verdad crees que te necesito tanto?
        - Sí- contestaste. Sin más, una afirmación rotunda de Nebraska".

        "Mis amigos dicen que me recreo en la autocompasión y el remordimiento. Que ya no veo a nadie. Cuando sonrío, sin querer me tapo la boca con la mano.
        Voy juntando somníferos. Una vez hicimos un pacto: si para 1976 las cosas no se arreglaban, nos mataríamos a tiros al final del muelle. Tú no te fiabas de mí, decías que te dispararía y echaría a correr, o me mataría yo primero, cualquier cosa".

        "Una de las expresiones favoritas de mi madre es < La vida está erizada de peligros>".

        "Era una mujer menuda, de huesos delicados, pero te envolvía".

        "Las muertes malas son esas en que el allegado más próximo es un director de hotel, o en que la mujer de la limpieza encontró a la víctima de un derrame cerebral al cabo de dos semanas muriendo de deshidratación. Las muertes malas de verdad son cuando llegan hijos y parientes después de viajar desde lugares inaccesibles y ni siquiera parece que se conozcan o que sientan el menor aprecio por el difunto. No hay nada que decir. Se ponen a hablar de los preparativos , de que habrá que hacer los preparativos, de quién hará los preparativos.
        Las de los gitanos son muertes buenas. O a mí me lo parecen, aunque las enfermeras no opinen los mismo, ni tampoco los celadores. Siempre llegan en manada, y exigen estar con la persona moribunda, besarla y abrazarla, desenchufan y estropean los televisores y los monitores y los demás aparatos. Lo mejor de las muertes de los gitanos es que nunca hacen callar a sus niños. Los adultos aúllan y lloran y gimen, pero los niños siguen correteando por ahí, juegan y ríen sin que nadie les diga que deben estar tristes o ser respetuosos.
        Las muertes buenas casualmente parecen coincidir con los Códigos azules que salen bien: el paciente responde a todos esos tratamientos para devolverle la vida, luego se muere sin que nadie se dé cuenta.
        El señor Gionotti tuvo una muerte buena... La familia respetó la petición del personal y se quedaron fuera, pero iban entrando uno por uno para que el señor Gionotti supiera que estaban allí, y al salir tranquilizaban a los demás y garantizaban que los médicos hacían todo lo posible. Eran muchos, sentados, de pie; se acariciaban, fumaban, a veces se reían.
        Me dió la impresión de asistir a una celebración , a una reunión familiar.
        Una cosa sé de la muerte. Cuanto "mejor" es la persona, cuanto más cariñosa, feliz y comprensiva, menor es el vacío que deja su muerte."

        "El señor Adderly lloraba en silencio. Mis lágrimas eran por mi propia soledad, mi propia ceguera".

        "Los borrachos están indefectiblemente solos".

        "Hay suicidios "buenos". O "buenas razones", muchas veces, como una enfermedad terminal, el sufrimiento. Pero a mí me impresiona más una buena técnica. Balas que atraviesan el cerebro, venas cortadas como es debido, barbitúricos decentes. Esa gente, aunque no lo consiga, transmite una paz, una fuerza, que quizá sea fruto de una decisión meditada.
        Son los reincidentes los que me exasperan: las cuarenta cápsulas de penicilina, los veinte Valium y un frasco de espray nasal Dristan. Sí, ya sé que estadísticamente la gente que amenaza o que intenta suicidarse al final lo consigue. Estoy convencida de que siempre es por accidente".

        "A Loretta le impresionaron aquellos dos viejecitos, su amor compartido por la música y la jardinería, cómo disfrutaban uno del otro. La admiró ver lo implicados que estaban en la política local y nacional, participando en manifestaciones y protestas, escribiendo a los congresistas y a la prensa, haciendo llamadas de teléfono.
        Leían tres o cuatro periódicos cada día, se leían novelas o libros de historia uno al otro por la noche".

        "En la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados".

        "¿Qué pasa, mujer, te has puesto mala? ¿Tan mala que te duele hasta el pelo?
        Ella asintió. Se sentía exactamente así; el pelo, los ojos, los huesos".

        "Íbamos tan despacio que vi las cosas como nunca antes las había visto".

        "El mundo sigue girando. Nada importa mucho,¿no? Me refiero a importar de verdad. Sin embargo a veces de pronto, durante apenas un segundo, se te concede la gracia de creer que sí, que importa muchísimo".

        "La gente bien avenida hablaba tan poco como la que destilaba rencor o aburrimiento; era el ritmo de sus palabras lo que cambiaba, como el vaivén perezoso de una pelota de tenis o los rápidos manotazos para espantar una mosca".

        "No parecía insensible, la mayor, pero ella nunca lloraba".

        "Cuando fallecen tus padres has de afrontar tu propio final".

        "Sally lloraba, pero el océano ahogó los sollozos".

        "Qué fría eres. A veces eres tan cruel como mamá.
        Dolores no dijo nada. Su mayor temor, ser como su madre. Cruel, una borracha".

        "¿Cómo podía hablarle a Sally de su alcoholismo? No era como hablar de la muerte, o de perder a un marido, de perder un pecho. La gente decía que era una enfermedad, pero nadie la obligaba a beber. Tengo una enfermedad letal. Estoy aterrorizada, quiso decir Dolores, pero no lo hizo".

        "¡Déjame mirar! Sí, espantoso. Las cicatrices parecen brutales, atroces. Pero ahora forman parte de ti. ¡Y tú eres una mujer, boba estúpida! Sin tu Alfonso, sin tu pecho, puedes ser más mujer que nunca, ¡puedes ser libre!"

        "Sabía que por "libro" se refería a los cientos de cuartillas esparcidas en las mesas. ¿Por qué le pedía justo ahora que lo leyera? Quizá porque no podía hablar. Ella a veces hacía lo mismo. Cuando le resultaba demasiado difícil contarle a alguien cómo se sentía, enseñaba un poema. Normalmente la gente no entendía lo que ella había pretendido insinuar"

        "Sería agradable vivir en un lugar donde ni siquiera tuvieras que cerrar las puertas".

        "También es sentimental conmigo. Rescata recuerdos, y me escucha mientras hablo sin parar".

        "Hablamos en español para decir cosas bonitas, o cuando nos besamos".

        "Creo que de pequeña a veces encontraba paz".

        "Tardarás mucho en saber lo que estás dejando pasar".
 
        "La soledad es un concepto anglosajón".

        "Me tratan con respeto, ¡como a un hombre!".

        "Mark, con cuatro años, en una guardería de Horatio Street, en Nueva York. Estaba jugando a las casitas con otros niños. Abrió un frigorífico de juguete, sirvió un vaso imaginario de leche y se lo dio a su amigo. El amigo rompió el vaso imaginario contra el suelo. La mirada de dolor de Mark, la misma que he visto después en todos mis hijos a lo largo de su vida".

        "¿Cómo es posible que un océano te parezca aburrido?".

        "Carlotta, querida...¿cómo piensas recoger los pedazos de tu vida?
        - No quiero ninguno de esos viejos pedazos. Simplemente sigo adelante, procuro no hacer daño a nadie".

        "¡Adoro la mirada de la agonía! Porque sé que no miente".

        "Piensa en ello. Si murieras... podría deshacerme de todas tus pertenecías en dos horas como máximo".

        "La muerte cura, nos dice que perdonemos, nos recuerda que no queremos morir solos".

        "Bueno, supongo que cuando uno se está muriendo en cierto modo es natural rescatar lo que importa de verdad, los momentos hermosos".

        "Ciudad de México hoy en día...Fatalista, suicida, corrupta. Una ciénaga pestilente. Ah, pero tiene su encanto. Hay destellos de tal belleza, ternura y color que te dejan sin aliento.
        Volví unos días a casa hace un par de semanas, para Acción de Gracias.
        De nuevo en los Estados Unidos de América, donde hay honor e integridad y sabe Dios cuántas otras virtudes. Acabé confundida. El presidente Bush, y Clarence Thomas, y los movimientos contra el aborto, y el sida, y Duke y el crack y la gente sin techo. Y por todas partes, en la MTV, en los dibujos animados, los anuncios, las revistas: sólo guerra, sexismo y violencia. En México por lo menos se te cae un bidón de cemento de un andamio en la cabeza, no hay Uzis ni nada personal".

        "Mamá, tú veías la fealdad y el mal en todas partes, en todo el mundo, en todos los lugares. ¿Estabas loca o eras una visionaria? Qué más da: no soporto la idea de acabar como tú. Me da mucho miedo, estoy perdiendo el sentido de lo que es... precioso, verdadero.
        Ahora me siento igual que tú, crítica, desagradable. Qué vertedero".

        "A mí, ahora, todos los rincones me hacen sentir enjaulada".

        "Echo de menos la soledad".

        "No hay ninguna guía para la muerte. Nadie para decirte qué hacer, qué es lo que te espera".

        "Siento que me he desvanecido".

        "Por supuesto que aquí también soy yo misma, y tengo una nueva familia, nuevos gatos, nuevas bromas... pero sigo tratando de recordar quién era en inglés".

        "Una vez lo vi en el aeropuerto, despidiéndose de su padre. Le dio un beso, con lágrimas en los ojos. Quiero un hombre que se despida de su padre con un beso, pensé".

        "Cuando te estás muriendo es natural volver la vista atrás, recapitular sobre tu vida, arrepentirse. Acompañando a mi hermana estos últimos meses, yo también lo he hecho.Nos costó mucho despojarnos de la rabia y la culpa. Incluso las listas de nuestros pesares y reproches se van acortando. Ahora las listas son de las cosas que nos quedan. Amigos. Lugares. A ella le gustaría estar bailando danzón con su amante. Quiere ver la parroquia de Veracruz, palmeras, farolillos a la luz de la luna, perros y gatos entre los zapatos relucientes de la gente que baila".

        "Hay días llenos de dolor y vómitos, otros tranquilos, con el sol lejano de una marimba, el silbido del vendedor de camote por la noche...".

        "Le conté que por las mañanas yo decía el nombre de Max incluso antes de abrir
 los ojos. Ella me dijo que su vida había sido como escuchar un disco horrible una y otra vez, cada día, y en un instante le habían dado la vuelta al disco, y sonaba música. Max la oyó y me sonrió. ves, amor, ahora estamos en la cara B".

        "Fuimos felices, todos, durante un tiempo, y luego se nos hizo difícil y nos sentíamos solos".

        "Reintoxicarse es lo que todo el mundo necesita".

        "Ahora es la muerte lo que no entiendo".

        "A decir verdad, el amor ya no es ningún misterio para mí. Max llama y dice hola. Le digo que mi hermana se va a morir pronto. ¿Cómo estas?, me pregunta".

        "¿Qué te parece? ¿Nos casamos o nos suicidamos?".

        "Decía que los papas habían hecho correr el rumor de que el amor hacía feliz a la gente".

        "<El amor te hace desgraciado> decía nuestra madre. <Mojas la almohada llorando hasta quedarte dormida, empañas las cabinas telefónicas con tus lágrimas, tus sollozos hacen aullar al perro, fumas dos cigarrillos a la vez>". 
 
        "¿Papá te hizo desgraciada?- le pregunté.
        - ¿Tu padre? Él no podía hacer desgraciado a nadie".

        "Dios concede lagunas a los borrachos porque si supieran lo que han hecho, se morirían de vergüenza".

        "Le daban ataques de furia, se volvía cruel, irracional. Nosotras pensábamos que nada de lo que hacíamos era bastante bueno para ella. Y de hecho le daba rabia ver que salíamos adelante, que crecíamos y alcanzábamos metas".

        "Se rio y me besó con dulzura. Ya se encontraba bien. Eso es lo asqueroso de las drogas, pensé. Funcionan".

        "Hay palabras que me sacan de quicio".

        "Asiente, resignada. Tiene la típica mirada abatida de las mujeres maltratadas. Que Dios me perdone, porque también soy mujer, pero cuando veo mujeres con esa mirada me dan ganas de abofetearlas".

        "Me siento profundamente agradecida por la vida que llevo hoy en día.
        Así que espero que Dios me perdone si confieso que de vez en cuando me entran unas ganas diabólicas de, bueno, dar al traste con todo".

        "Odio a las víctimas- dijo. Y desde luego no pienso ser la tuya".

        "Los olores feos tienen su encanto".

        "El tiempo se detiene cuando alguien muere. Por supuesto se detiene para ellos, quizá, pero para los que sufren la pérdida el tiempo se desquicia. La muerte llega demasiado pronto. Olvida las mareas, los días que se alagan y se acortan, la luna. Hace trizas el calendario. No estás en tu escritorio o en el metro o preparando la cena para los niños. Estás leyendo People en la sala de espera de un quirófano, o temblando en un balcón mientras fumas toda la noche. Miras al vacío, sentada en el cuarto de tu infancia con el globo terráqueo sobre la mesa. Persia, el Congo Belga. El problema es que cuando vuelves a la vida normal, todas las rutinas, las marcas del día a día parecen mentiras sin sentido. Todo es sospechoso, una trampa para adormecernos, para volver a arroparnos en la plácida e inexorabilidad del tiempo.
        Cuando alguien padece una enfermedad terminal, esa reconfortante inercia queda aniquilada. Demasiado rápido, no hay tiempo, te quiero, tengo que acabar con esto, decirle aquello. ¡Espera un momento! Necesito explicar. ¿Y dónde está Toby, por cierto? O el tiempo se vuelve sádicamente lento. La muerte ronda alrededor mientras que se haga la noche y luego esperas que se haga la mañana. Cada día te vas despidiendo un poco. Vamos, acaba de una vez, por el amor de Dios. Miras fijamente al tablero de Llegadas y Salidas. Las noches son interminables porque te despiertas al menor carraspeo o gemido, y luego te quedas en vela escuchándola respirar con tanta suavidad, como una criatura".

        "No me acuerdo de cuándo dejó de llorar, poco antes de morir, pero entonces era horrible de verdad, el silencio, y no se acababa nunca".

        "Todos tenemos nuestros álbumes de recortes mentales. Planos congelados. Instantáneas de gente a la que amamos en distintos momentos".

        "Cuando a alguien le diagnostican por primera vez una enfermedad fatal, recibe una avalancha de llamadas, cartas, visitas... A medida que pasan los meses y que se viven tiempos difíciles, sin embargo, cada vez son menos. Entonces la enfermedad empieza a plagarlo todo, y el tiempo se hace lento y estridente. Oyes los relojes y las campanas de la iglesia y los vómitos y cada resuello".

        "Han pasado siete años desde que moriste. Por supuesto ahora diré que el tiempo ha volado. Me he hecho vieja. Sin previo aviso, de repente. Me cuesta caminar. Incluso se me cae la baba. No cierro la puerta con llave por si me muero mientras duermo, aunque es más probable que siga decayendo hasta que me metan en algún sitio donde no estorbe".

        "¿Qué más me he perdido? ¿Cuántas veces en  mi vida he estado, digámoslo así, en el porche de atrás y no en el de delante? ¿Qué me habrían dicho que no alcancé a escuchar? ¿Qué amor pudo haberse dado que no sentí?
        Son preguntas inútiles. La única razón por la que he vivido tanto tiempo es porque fui soltando lastre del pasado. Cierro la puerta a la pena al pesar al remordimiento. Si permito que entren, aunque sea por una rendija de autocompasión, zas, la puerta se abrirá de golpe y una tempestad de dolor me desgarrará el corazón y cegará mis ojos de vergüenza rompiendo tazas y botellas derribando frascos rompiendo las ventanas tropezando sangrienta sobre azúcar derramado y vidrios rotos aterrorizada entre arcadas hasta que con un estremecimiento y sollozo final consiga volver a cerrar la pesada puerta. Y recoja los pedazos una vez más".

        "Todo lo bueno o malo que ha ocurrido en mi vida ha sido predecible e inevitable, en especial las decisiones y los actos que han garantizado que ahora esté completamente sola". 

      

      

       

        



 
  

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